lunes, 27 de diciembre de 2010

El guardián de mi burbuja ...

Aunque suene insólito, viví en una burbuja por casi dos años, dentro de ella tenía todo tipo de comodidades, como: oxígeno puro, comida y abrigo, las más lindas caricias que cualquiera pudiese desear, no me quería salir de allí porque era tan confortable, suave, y sólo tenía un lugar... Un lugar para mí...

Esa burbuja tenía un guardián, el cual no voy a describir detalladamente, sólo digo que era muy apuesto, estaba enamorado de mí tanto como yo de él, no había nada más hermoso que su presencia y su protección, dentro de esa burbuja custodiada era la persona más feliz del planeta, no me sentía vulnerable a cualquier problema…

Recuerdo que si me daba frío inmediatamente tenía un abrigo, si tenía hambre me daban comida, si quería llorar tenía un hombro donde hacerlo, podía salir de ella cuando quería (aunque era tan hermosa que permanecía la mayor parte del tiempo allí, incluso me olvidé de quienes me amaban)… Pero, lo que más recuerdo es cuando mi burbuja se estaba convirtiendo en acero, el guardián se había transformado en casi un Cerbero, no me dejaba moverme, salir, ni comer, medio daba un paso y él guardián me ladraba, tenía tres cabezas y para todos lados me miraba, me seguía, me asechaba… Ya no era alguien libre, no podía NI PENSAR, era triste mi situación pues me había quedado atrapada en esa gigante burbuja, con lágrimas en mis ojos pero llena de furia.

Día a día era desesperante la situación, cada segundo lo hermoso se transformaba en dolor, el amor en decepción y el querer escapar era algo desesperante… En mis últimos días de agonía, mi cerbero ex – amor se durmió un momento, yo logré entablar conversación con un desconocido que muy silenciosamente se acercó a mi tormento… Me hablaba y me aturdía, pero un aturdimiento sereno y reconfortante, sus ojos me enmudecían y sus manos en mi pared de hierro me hacían ver que, poco a poco mis límites se derretían…

Un día me armé de valor y decidí abrir como pude el espacio que quedaba sin convertirse en hierro, con mucho esfuerzo salí, me sangraban las manos, no era la misma, mi ropa estaba vieja y mi cabello enmohecido… Mi cerbero seguía allí, estuvo a punto de matarme cuando me vio fuera de mi encierro, pero se calmó cuando empecé a cantarle, con una suave voz (era la que me quedaba), lo medio dormí y le dije que me largaba, que no podía más con esa agonía y que quería continuar con mi vida, el animal se desmayó y aproveché para correr, pero a pesar de todo me daba tristeza de ver caer a quien tanto amé. 

Corrí, corrí y caí, no pude más y hasta me dormí… Desperté en brazos de aquel que se había acercado a mí… Y me dijo “No temas, ya te tengo aquí”…

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